La lección que se puede extraer de Túnez es que si haces lo que dice Occidente eres demócrata y respetas los derechos humanos. Si haces lo contrario eres un dictador y violas los derechos de las personas. Decir Occidente en genérico puede sonar demagógico, por lo que convendría matizar que en cada caso hay una potencia occidental que protege y apadrina al dictador de turno y es la que se encarga de que los demás países occidentales le den un trato y una consideración de demócrata a ese dictador.
Francia considera Túnez como su patio trasero, al igual que hace con Marruecos, Mauritania y una larga lista de países africanos. Lo de Túnez, desgraciadamente, seguirá igual, ahora se ocuparán los franceses de poner a otro Ben Ali que responda a sus intereses durante otros 15 o 20 años, y así cíclicamente se repetirá la historia. A muchas potencias no les interesa que la democracia llegue a los países del Tercer Mundo, porque perderían sus privilegios.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 20 de enero de 2011