Primero llegaron los especuladores. Ahora, los ladrones. El bien que se disputan es, paradójicamente, algo de lo que se abomina: emisiones de dióxido de carbono. Para reducirlas se puso en marcha en 2005 un mercado europeo con el que Bruselas se las prometía felices porque ayudaría a la UE (más Noruega, Islandia y Liechtenstein) a contaminar menos y a cumplir con su compromiso de Kioto de reducir las emisiones en un 8% para este año con respecto a 1990.
Como se ha visto, ese ingenioso mercado de emisiones sortea con dificultades los ataques de los especuladores y los ladrones a los que, para colmo, la crisis está beneficiando. Porque una vez que los poderes públicos adjudicaron a las 10.000 instalaciones industriales más contaminantes (muchas relacionadas con la construcción) los derechos de emisión, la crisis desaceleró su producción y estas se vieron con un nuevo valor en sus manos que podían vender a quien necesitase contaminar más, compensando, en parte, sus pérdidas.
El sistema europeo registró el año pasado un volumen de negocio de 90.000 millones de euros; demasiado dinero como para pasar inadvertido a intermediarios y listos emprendedores. Ahora, Bruselas ha tenido que cerrar el mercado por unos días (hasta el próximo miércoles) ante los robos detectados de derechos de emisiones, que ascienden en total a 30 millones de euros. Ventas fraudulentas o, más probablemente, ataques informáticos (el mercado de emisiones es virtual) son los sistemas utilizados para hurtar a las empresas toneladas de CO2, que se están cotizando a 15 euros la tonelada.
Ya en noviembre pasado se detectó el robo de 1,6 millones de derechos a la cementera rumana Holcim. Esta semana otros (o los mismos ladrones; nunca se sabe) se llevaron 475.000 derechos (siete millones de euros) de la República Checa, lo que ha demostrado de manera palpable que la seguridad de los sistemas informáticos deja mucho que desear.
Es crucial resolver el problema. Europa está reduciendo sus emisiones (quizá también por la crisis), pero que este mercado resulte tan atractivo es la prueba de que funciona. Solo falta más control; que este comercio de objetivo ecológico sea doblemente limpio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 22 de enero de 2011