Dentro de Europa, los españoles son los que más y mejor entienden la revolución tunecina y el intento de caminar hacia la transición democrática. Nuestro objetivo es vivir en un Estado libre de todo tipo de represión, como lo fue el objetivo de los españoles después de Franco.
La revolución contra Ben Ali ha sido sorprendente, rápida y lo más importante es que se ha desarrollado sin ninguna ayuda exterior. Ahora y a la espera de formar un auténtico Gobierno de unión limpio y transparente, los tunecinos tenemos que aprovechar este tiempo para asimilar la democracia y entender sus mecanismos con el fin de llegar a unas elecciones libres y democráticas por primera vez en la historia de los países árabes.
Si Europa de verdad quiere ayudar a Túnez, lo podría hacer a partir de ahora mismo, empezando por mantener sus inversiones para dar un impulso a la economía del país. No pedimos fondos ni ayudas, sino colaboración y creación de puestos de trabajo. Si antes Ben Ali reprimía a los islamistas moderados y al resto de la oposición a base de cárceles y torturas, hoy se puede absorber a los jóvenes preparados de Túnez con trabajo. Así sustituirán su tiempo de fumar narguiles en los cafés o residir en las mezquitas por una actividad laboral que les hace sentirse dignos y útiles dentro de la sociedad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 22 de enero de 2011