Destemplados, así se llamaban hace siglos los tambores expresamente desafinados, que sonaban en ocasión de algún suceso luctuoso. No parece estar nuestra economía doméstica para otra clase de música y, como he leído recientemente, las cajas de ahorros deberían recuperar su función social o convertirse en bancos. Los híbridos pueden funcionar en tiempos de prosperidad, pero ya pasados estos, mejor sería que cada palo aguantase su vela.
La política, cuando no la religión, se han entrometido presuntamente a saco en la gestión de algunas cajas. Los resultados negativos, salvo excepciones muy de elogiar, están a la vista. Parece que algunas cajas acabarán en subasta al mejor postor, si su precio se ajusta a la realidad, no a lo que dicen sus libros sobre el valor contable de sus inmuebles.
Una alternativa a esto será, según también leído, que el Estado las capitalice y habría que ver bajo que fórmula, si obligaciones convertibles o préstamos de favor. En cualquier caso, uno más en los que con el dinero público se solucionen problemas privados. Menos mal que tenemos un Gobierno socialista. Ya veremos qué pasa cuando los españoles hayamos saciado la sed de urnas que parece ser nos aqueja. Las cajas deben "entrar en caja" esto es, ponerse en orden de una vez por todas y cuanto antes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 26 de enero de 2011