Antes no había sonido. No había color. Se usaba otro lenguaje. Muy pocos supieron entender que había un después con sonido, color, lenguaje e historias nuevas. Howard Hawks era capaz de hacerlo todo bien, de saltar de género en género: Río Bravo, Luna nueva, Los ángeles del infierno, El sueño eterno, El sargento York, La fiera de mi niña... En el cine mudo dirigió a uno de los iconos de la época, Louise Brooks, Una novia en cada puerto, y la Filmoteca (Santa Isabel, 3) recupera esta comedia de lujuria, mentiras y traiciones, que coprotagoniza el feo y duro Victor McLaglen, el martes a las 19.30, con el acompañamiento al piano de un grande, Mariano Marín, que sabe tanto de cine como de música.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 30 de enero de 2011