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Crítica:TEATRO

El ministro Isidre y el gas de la risa

Antes de labrarse fama internacional con El método Grönholm, Jordi Galceran había escrito algunas comedias de intriga entre las que sobresale Fuita (Fuga), cuyo protagonista, Isidre, conseller de la Generalitat obligado a dimitir al destaparse un escándalo inmobiliario, es ministro de Industria y Energía dimisionario en la versión castellana que acaba de estrenarse, dirigida con pericia por Tamzin Townsend.

Fuga es un cruce entre dos tipos clásicos de comedia: la del protagonista ingenuo que no se cosca de un engaño mayúsculo urdido a su alrededor y la comedia de enredo policiaco llena de volantazos inesperados. De obras así cabe esperar solo emociones y vértigo. Se desmoronarían si el espectador analizase al final todos los datos que se le han ido dando y observase sus incongruencias: hay que olvidar la capacidad de reflexión en el guardarropa y seguirlas dejándonos sacudir sin miedo a un lado y a otro en cada curva, como en la montaña rusa. Como en los espectáculos de magia, disfrutaremos más cuanto menos intentemos ver el truco.

FUGA

Autor: Jordi Galceran.

Intérpretes: Amparo Larrañaga, José Luis Gil, Kira Miró, Mauro Muñiz-Urquiza y Francesc Albiol.

Dirección: Tamzim Townsend.

Teatro Alcázar.

Hay que olvidar la capacidad de reflexión en el guardarropa

Galceran mantiene al espectador en constante engaño: es un prestidigitador que en vez de cartas utiliza personajes trucados para sorprendernos con un culpable donde no lo había. Cuidado con él: no da tiempo a pensar. Solo cuando fuerza la lógica y se pasa de rosca (dos o tres veces) nos sentimos repentinamente críticos y extrañados. A saber: cuando la prostituta empuña la pistola e intenta robar a los protagonistas, cuando la vendedora descubre que su marido se la pega (el instante peor resuelto emocionalmente de la función), y tal vez también cuando el asesino encaja sus cuernos recién descubiertos como si tal cosa. Lo mejor son los momentos de disparate puro: el que protagoniza el ex ministro imaginándose como heroico salvador de niños tras una explosión de gas devastadora, provoca un estallido de risa general en la medidamente expansiva interpretación de José Luis Gil.

Es interesante observar como Francesc Albiol interpreta al padre paralítico de cara al público, sin cuarta pared: sus caras de estupefacción y sus aspavientos a espaldas de Isidre conforman un continuo aparte cómplice, como los que establecen con el espectador los artistas de cabaré y los graciosos del Siglo de Oro. Quizá porque más que personajes, las criaturas de Galceran son mecanismos para mantener al respetable en jaque continuo, sus intérpretes no dejan en casi ningún momento de ser ellos mismos haciendo un personaje.

Fuga es un puro juego brillantemente compuesto por su autor y orquestado estupendamente por Townsend: si observamos la comedia entera en perspectiva, resulta inverosímil que el asesino le siga el aire a Isidre cuando este finge que ambos están siendo grabados, pero poco importa esa incongruencia descubierta a posteriori (con todos los datos ya sobre la mesa) cuando la escena funciona como un tiro en el tú a tú despepitante que mantienen Gil y Mauro Muñiz-Urquiza. Amparo Larrañaga tiene el encanto y la labilidad que requiere el papel coprotagonista y Kira Miró está bastante más convincente en el papel de hija que en el de puta: tiene estilo pero la voz no le acompaña. La escenografía de Ricardo Sánchez imprime empaque a la producción.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 31 de enero de 2011