Hosni Mubarak desafió anoche a su propio país. Cuando parecía inminente su dimisión, cuando incluso el primer ministro había reconocido la victoria de la revuelta, Mubarak compareció en televisión para anunciar que no pensaba irse, ni siquiera corregir su posición. "No me iré, seré enterrado aquí", dijo, como en su anterior discurso. La plaza de la Liberación estalló en furia. Egipto entero permaneció estupefacto ante la evidencia de que su presidente no había escuchado ninguna de las demandas planteadas masivamente en los anteriores 17 días. Para hoy, viernes, podía esperarse una jornada de ira popular de consecuencias imprevisibles.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de febrero de 2011