Según se afirma en EL PAÍS, "el camino más corto para resucitar la competitividad de la economía, que permita aumentar exportaciones y reducir importaciones, es acompasar las subidas salariales a las ganancias de productividad. O mejor aún, rezagar los salarios respecto a la productividad durante unos años".
Se insiste en que es esta la receta alemana de Angela Merkel y el único camino para poder optar a esa ampliación del "fondo de rescate" en manos de nuestra actual dama de hierro. Yo experimenté esta propuesta alemana hace ya varios años; trabajar por objetivos era la panacea de grandes empresas que, al parecer, -y eran tiempos en los que el PIB estaba disparado-, crecían ostensiblemente, mientras que los asalariados recibían migajas de aquella alta productividad; y hasta tal punto, que estas clases medias laborales "privilegiadas" ansiaban poder volver a la época de los convenios colectivos y, en el peor de los casos, a los laudos de obligado cumplimiento.
Desconozco cómo funciona este sistema en Alemania, cómo actúan las empresas alemanas a la hora de repercutir sus ganancias entre sus trabajadores, o si las leyes de la "locomotora europea" controlan de algún modo la distribución del superávit empresarial, pero en España, solo amparaban la manipulación entre altos directivos o la compra discrecional de voluntades. Era un hecho que los salarios perdían capacidad respecto a la productividad, y sin embargo, nos arrinconó la crisis, forzándonos a mayores sacrificios.
Tristemente debo reconocer que aquellos sudores terminaron en las arcas de las multinacionales, y que hoy seguimos siendo "países periféricos". Por favor, Europa, ¡clemencia para todos los trabajadores!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 18 de febrero de 2011