Jordi Hereu ha conseguido su primera alegría en muchos meses a cuenta de las primarias de ayer. El alcalde no levantaba cabeza desde la fallida consulta sobre la reforma Diagonal y, desde entonces, todas las propuestas que salían de su boca han sido interpretadas como una frivolidad, como una ocurrencia o las dos cosas a la vez. Y no solo por parte de la oposición. La dirección del partido dio luz verde a las primarias de Barcelona tras constatar que Hereu insistía en ponerse a prueba en las urnas pese a que todo indicaba a un descalabro. No es que Montserrat Tura fuera caballo ganador, pero al menos significaba un intento de rebelarse ante al fatalidad. Y, de paso, el PSC podía presumir de dejar hablar a sus bases, algo que causa urticaria en partidos como CiU y PP.
La operación no ha funcionado y, por más que la cúpula del partido haya sido cauta en sus apoyos a Montserrat Tura, el fracaso del entorno de José Montilla ha sido notorio. Nada que ver con la ágil sustitución de Joan Clos por Hereu, ministerio mediante, cuando el primero comenzó a flojear en las encuestas.
Fallida la operación recambio, ahora la única salida del PSC es intentar amplificar entre el electorado progresista la ola de simpatía que ha impulsado a Hereu entre la militancia. Toca resucitar al alcalde. Si no lo hacen, los militantes solo habrán escogido una cosa en este proceso: el nombre del jefe de la oposición.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 20 de febrero de 2011