Con emoción celebré lo ocurrido en Egipto recientemente, pero a la vez me quedé estupefacto por la rapidez con la que acudieron los bancos suizos a la fiesta popular después de derrocar a Mubarak con el hecho de bloquear las cuentas de los altos cargos egipcios.
Me pregunto si para sanear las cuentas de los políticos de estos regímenes corruptos habrá que montar siempre una revuelta popular y por qué las leyes bancarias vigentes en Europa no son escrupulosamente aplicadas. ¿O es que en Suiza tienen convenios especiales para dictadores? ¿Por qué siempre mantienen los bancos suizos relaciones dudosas con déspotas del mundo y les dan cobijo hasta que se caen del poder y, a las 24 horas, se limpian las manos como si no hubieran hecho nada malo?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de febrero de 2011