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Reportaje:

Alemania no Espera

Parados aprenden el idioma germano en un pueblo de Cádiz para emigrar

"Eine arbeitstelle bitte! (¡un puesto de trabajo, por favor!)", repite en voz alta un lugareño. Se llama José Fernández, tiene 53 años y vive "del aire". Está dispuesto a emigrar a Alemania si eso le proporciona un bienestar mínimo. Mientras pronuncia la frase, decenas de personas sonríen sin maldad. En una sala, 25 habitantes de Espera (Cádiz) aprenden alemán de la mano de Mónica Lozano, una filóloga de 24 años, hija de un inmigrante en la ciudad teutona de Wuppertal.

El alcalde de Espera (4.005 habitantes), Pedro Romero (IU), ha organizado, con recursos municipales, cursos de alemán para desempleados del pueblo. La localidad serrana tiene una población activa de unas 2.400 personas y el número de parados se eleva ya a 1.240.

"Cuando me pueda defender, cojo la maleta y me voy", dice una alumna

Mónica cree que en un mínimo de dos meses y medio sus alumnos pueden alcanzar un nivel básico, aunque para defenderse sin apuros en un puesto de trabajo calcula que requerirán de 10 meses de aprendizaje. La filóloga cuenta con que la necesidad hace el resto.

Paqui Cano, su marido Juan José y el hijo de ambos, de 18 años, viven de los 320 euros mensuales que cobra de la Ley de Dependencia por atender a personas mayores. "Cuando me pueda defender, cojo la maleta y me voy. No pasa nada. ¿No me he ido años y años a hacer la fresa a Huelva o la lechuga a Murcia y dormíamos en un cuartito 11 personas?", afirma sin perder la sonrisa.

Al lado está sentada Dolores Arenilla, una mujer de 32 años con dos hijas pequeñas. Se arrima a Paqui como si quisiera contagiarse de su optimismo. Ha sido ayudante de cocina, pero ahora engrosa la lista del desempleo.

Antonio Pérez tiene 34 años. Ha trabajado desde los 18 en la construcción. Tiene una hija de 13 meses y está parado desde septiembre. Su mujer trabajaba de interna en una casa en Sevilla, pero también se quedó sin ocupación. Han echado, sin éxito, "dos o tres millones de currículos" y ahora planifican su futuro según la oferta de varias familias alemanas que buscan chóferes y personal de limpieza o cocina para una misma casa. Están dispuestos a irse con o sin su hija "hasta que la cosa vaya mejor". Miguel Ángel (29 años) está parado desde enero. Es también uno de los 120 inscritos en el curso. "Mi abuelo estuvo 30 años en Alemania empleado en trenes y se fue sin decir una palabra", se anima.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de febrero de 2011