"Un día unos universitarios me preguntaron: '¿Qué dice usted cuando tachan a su personaje de zafio y repulsivo?' Pues que tienen razón, les contesté". Santiago Segura sabe que Torrente 4: lethal crisis (T4) va a reactivar esa tendencia a identificar persona y personaje que, de nuevo, le convertirá en algo así como un Enemigo del (Buen Gusto del) Pueblo. Hay quien considera que no ir a ver T4 es una toma de postura. Aunque, quizá, un gesto así no reafirme otra cosa que el papanatismo de quien se niega a asumir que Belén Esteban, Paquirrín o el propio Torrente forman parte medular de ese espíritu nacional que la saga de Segura coloca, periódicamente, sobre las brasas de la comedia feroz.
"Mi escena favorita del primer Torrente es esa en la que él está tomándose un cubata en una discoteca de chunda, chunda. La cámara se aleja y le vemos rodeado de jóvenes que bailan. Creía que ahí había una imagen de la vieja España como algo en vías de extinción. Me equivoqué: un arquetipo como Torrente está tan arraigado que es difícil de extinguir. Y el torrentismo está totalmente amalgamado con la España de la contemporaneidad. Los torrentes están ahí a sus anchas: cambian de formas y de modos, pero no se han ido", subraya Segura, que despieza aquí su producto en cinco cortes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de marzo de 2011