"No queremos irnos. No hay derecho", se lamentaba ayer Fran Stan, patriarca de una familia de gitanos rumanos cuyos 14 miembros habitaban desde hace tres años un autobús y una caravana en la calle Somport de Las Tablas, en el norte de Madrid. Dos de los 10 menores desayunaban viendo la tele mientras, afuera, una grúa y una excavadora ya estaban preparadas para cumplir la orden de desalojo del Ayuntamiento. Tres horas después, los dos vehículos ya no eran más que chatarra.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de marzo de 2011