El soldado norteamericano Bradley Manning, de 23 años, en prisión desde hace 10 meses, en condiciones de especial aislamiento y severidad, obligado a permanecer solo y desnudo, ha cometido el delito de filtrar a Wikileaks documentos que evidencian múltiples transgresiones contra los derechos humanos por parte de la política de su país.
Un soldadito desconocido e inerme, utilizado al igual que otros miles como ficha de dominó, ha puesto a la luz del día, él solito, las miserias de una política concebida en pecado. El contraste ha sido tan fuerte que sus autores han visto cómo se rompía el disfraz que ocultaba su siniestro rostro: la quiebra entre lo que dicen y hacen, entre el respeto a los derechos humanos y su violación.
Manning, sin letras ni galones, no presentía seguramente adónde podía llegar, pero sabía que cumplía con un deber que la conciencia de la humanizad le iba a aplaudir. Cumplía, pero las "normas" de una política corrupta le esperan implacables para juzgarle y quién sabe si condenarle. Son ya 10 meses en especial prisión, capaz de destruirle. Un servidor de lo más corriente de la ética y del derecho que debiera recibir premios y al que sin embargo le esperan horas de amargura y crucifixión.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de marzo de 2011