Esa especie de agujero negro metafísico que hemos dado en llamar "derechos de autor" se está convirtiendo en uno de los impedimentos principales para el acceso a la cultura. Uno puede comprender el blindaje de obras que actualmente se encuentren en las librerías a disposición de los lectores, pero ¿qué ocurre con esas otras, muchas veces imprescindibles, que las editoriales no reeditan simplemente porque no les resulta rentable? Hace poco he conseguido a través de Google la Apologia pro mente sua, de Santayana, un libro que ni siquiera se ha traducido por completo al español. ¿Debo considerar que Google ha cometido un delito y que yo me he convertido en cómplice del mismo o limitarme a reconocer, por el contrario, que el servidor cumple efectivamente un servicio inestimable?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 26 de marzo de 2011