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Análisis:EL ACENTO

La importancia de Gibraltar

Importa a los españoles que seis kilómetros cuadrados de la provincia de Cádiz pertenezcan a una potencia extranjera?

Mucho menos que el paro, el terrorismo, la inmigración. Y, sin embargo, si no quedara más remedio que votar -porque solo se haría por obligación- tan solo los que preferían, como Joan Laporta, que España no ganara el Campeonato del Mundo de Fútbol, se negarían a recuperar La Roca. El patriotismo no está de moda, pero quedan rescoldos de lo que nunca muere.

Y cuando los príncipes de Gales, Carlos de Windsor, y su esposa Camilla, duquesa de Cornualles, visitan oficialmente España hay algunos gestos que resultan inexcusables. El primero, que los ilustres visitantes -escoltados hasta los dientes- salgan de tapeo. El gran producto de exportación de la España contemporánea, junto con el sol y la playa, son las tapas, esos puntos suspensivos de la comida que permiten engordar sin esfuerzo. Y el segundo, pero con protagonistas españoles, es hacer una alusión a Gibraltar, el enclave montañoso y simiesco que adquirieron por la fuerza de las armas, y hay quien afirma que no sin duplicidad, los británicos a comienzos del siglo XVIII, en una guerra -la de Sucesión- que se ganó o se perdió a medias.

El primer Borbón, Felipe V, antepasado en línea directa de su tocayo el príncipe Felipe, hoy heredero del trono español, salvó América, pero perdió las posesiones en los Países Bajos e Italia, y acusó la dentellada de Gibraltar.

Desde entonces todos los Gobiernos españoles, cualquiera que haya sido su color, han sostenido y proclamado esa reivindicación. Y si la República hubiera sobrevivido a la viciosa asonada franquista, habría reclamado también La Roca, aunque fuera con la Institución Libre de Enseñanza en el corazón.

El príncipe Felipe fue delicadísimo al exhortar a la solución de un "contencioso histórico bilateral pendiente". Y aunque de sus labios no brotó el nombre de la montaña de Tarik, era como decir "verde y con asas". En pleno minué de protocolo, Carlos miró de soslayo, y en su alocución elogió todo lo elogiable bajo el sol -español- para seguir cenando.

Gibraltar no importa mucho. Pero está ahí.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 1 de abril de 2011