Como a los buenos toreros, a Albert Solé el valor se le presupone. En su caso viene acompañado de una mirada incisiva y a la vez pausada, talentos todos muy necesarios para su labor, la de directores de documentales. Y ha hecho ya un buen puñado, aunque el público le recuerde por Bucarest, la memoria perdida, un paseo por la vida de su padre, Jordi Solé Tura, gran político del siglo XX, que falleció entre las lagunas del alzhéimer. A partir del próximo viernes, en la sala Berlanga (Andrés Mellado, 53), Solé estrena Al final de la escapada, otro valeroso retrato de otra realidad poco vista en España, la de la muerte digna, en este caso a través del final de Miguel Núñez.
Luchador antifranquista -estuvo 14 años en la cárcel por motivos políticos, fue condenado a muerte y torturado- y batallador en pos de la justicia social, bien desde militancias políticas, bien desde ONG, Núñez falleció el 12 de noviembre de 2008 en una residencia en Barcelona. Tenía 88 años y, enfermo de silicosis, decía: "La muerte digna es un derecho que se adquiere cuando uno ha vivido dignamente". Y así lo hizo él, controlando su propia despedida, dejando grabar esos últimos momentos, que en manos de Solé se convierte en un tesoro cinematográfico y en un retrato esencial.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 3 de abril de 2011