Alejado de aquel equipo que convertía cada partido en un cara o cruz, ahora resulta que el Sporting es un valor seguro en la bolsa de la Liga. Con los de ayer suma 13 puntos de los últimos 15 posibles, con rivales de distinto pelaje y una seña de distinción: sólo un gol recibido. Por eso, últimamente al equipo de Preciado le vale con un acierto para ganar. Le bastó en el Bernabéu y también ayer, cuando Barral aprovechó la caraja defensiva osasunista para dejar casi resuelta la permanencia.
Este Sporting es menos atractivo, en la medida que resulta más previsible. Ya no le van los partidos locos, de ida y vuelta. Desde que Rivera se siente arropado por dos chavales, Nacho Cases y André Castro, el equipo asturiano controla mejor los partidos. Ni siquiera necesita en esa zona a un especialista defensivo como Eguren, que se ha quedado como recurso cuando hay que guardar un resultado. El Sporting-Osasuna tuvo el encanto de los partidos recios, de pie fuerte, muy inglés. De la disputa y la negación de espacios al rival salieron pocas oportunidades. De Osasuna, solo Kike Sola pisaba el área. Así le fue a los de Mendilibar, que apenas inquietaron a Juan Pablo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 11 de abril de 2011