Es difícil imaginar cómo decirlo más alto. O más claro. Colores estridentes y estampados alborotados se alían en la ropa para esta primavera. El resultado es atronador. Los fuertes contrastes cromáticos que caracterizaron el trabajo de Yves Saint Laurent se amplían y enredan. En un mismo atuendo, chocan colores antagónicos y se encuentran diferentes y extravagantes motivos.
- ¿Qué? Improbables parejas: plátanos y ángeles, rayas y palmeras, topos y serpientes, cuadros y flores. Un ciclón agita las convenciones sobre zoología, botánica y geometría y dibuja una alocada fantasía textil que desafía las reglas de la elegancia y el buen gusto. La exageración del paisaje es directamente proporcional al atrevimiento de los colores que lo tiñen. Fucsia y naranja ácido rivalizan por el título del Pantone de la temporada. Amarillo, verde, azul eléctrico, rojo o morado les hacen de coro.
- ¿Dónde? Por si boas de piel rayada que se enroscaban en las modelos como el gato de Cheshire en Alicia en el País de las Maravillas no dejaban suficientemente clara la apuesta por la fantasía de Miuccia Prada, la diseñadora apareció tras su desfile luciendo unos pendientes-plátano. Pero no hace falta que los creadores se decoren a sí mismos para demostrar su entrega a la causa. La forma en que Raf Simons subvierte el minimalismo de Jil Sander con un estallido de flores ácidas y abstractas es igual de elocuente. Las chaquetas de naranjas y limones de Stella McCartney, los vestidos tropicales de Dior, los hipnóticos diseños de Ana Locking y los trajes que reproducen el interior de imposibles viviendas de Mary Katrantzou son solo algunos de los excéntricos paisajes propuestos.
- ¿Por qué? No estamos listos para abandonar el pragmatismo y la funcionalidad que la recesión ha devuelto a la moda. Quién puede discutir que no son estos tiempos para la frivolidad. El minimalista rumbo impuesto por Phoebe Philo en Céline sigue marcando el paso. Ahora bien, la ilusión y el sueño son un alimento primordial de esta industria. Tras varias primaveras marcadas por una paleta cautelosa, los diseñadores están preparados para inyectar imaginación en sus prendas. Si no en la construcción, sí en la superficie.
- ¿Cómo? Sube el volumen de los estampados y también el de los colores. Se dinamitan casi todas las normas básicas de la combinación. Semejante ejercicio de excesos exige levantarse sobre sólidos cimientos para no acabar en el puro disparate. Por eso las formas se mantienen simples. Casi esquemáticas. Tras unos años de culto a la anatomía, los cortes toman ahora una cierta distancia del cuerpo. Necesaria para poder desempeñar el papel de lienzo. Camisas cuadradas, vestidos con la elaboración formal de una camiseta y piernas cubiertas por largas faldas sirven para eliminar las curvas y la piel de la ecuación.
- ¿Vale la pena? Jugar a vestirse con monos y plátanos (mezclados con cuadros y rayas, además) entraña evidentes riesgos. En esta tendencia, la línea que separa el acierto del fracaso es francamente fina. Dónde queda lo audaz y dónde lo ridículo es un asunto bastante subjetivo. Y no hay mucha distancia entre la sonrisa y la carcajada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 12 de abril de 2011