Una argucia táctica de Mancini resolvió el derbi a favor del Manchester City, que alcanza la final de la Copa inglesa -se batirá con el vencedor del Bolton-Stoke- y se mide a su historia, seca desde 1976, cuando ganó la Carling. El gol de Touré, tan inteligente en la lectura del juego como potente en la definición, valió la lucha por el laurel y la negación al posible triplete del Manchester United, en las semifinales europeas y en lo alto de la Premier.
Condicionado por la sanción de Rooney y la lesión de Giggs, Ferguson recobró su conservadurismo. Una medida que le pasó factura y que, sobre todo, no supo corregir a tiempo. Puso Fergie un único delantero (Berbatov) y apostó por la profundidad en las bandas. Pero los centros se diluyeron en el aire, en el imán que tienen Lescott y Company por cabeza. Poca chicha para descolocar al Manchester City.
Mancini entiende el fútbol como una batalla de desgaste en la que prima el músculo sobre el toque. No varió su hoja de ruta en Wembley, con dos mediocentros de corte defensivo y con el enganche Touré, que prefiere la conducción al pase. Pero, arrancado el segundo acto, adelantó las líneas para presionar la salida de la pelota rival. Un acierto porque Touré robó el cuero tras un horrible pase de Carrick y acertó en el remate, raso y cruzado, ante la salida de Van der Sar.
Sin más fútbol que el propuesto por el agitador Nani -envió una falta al larguero- y el mal tino de Berbatov, el United perdió los papeles, como aclaró Scholes, que hizo una entrada criminal a Zabaleta, con los tacos por delante y la recompensa de la tarjeta roja. Se acabó lo que se daba para el United, hundido ante el empuje de un City que lucha por un título 35 años después.
Liga inglesa: West Bromwich, 1; Chelsea, 3. Liga italiana: Parma, 2; Inter, 0. Milan, 3; Sampdoria, 0. Liga alemana: Werder Bremen, 1; Schalke, 1.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de abril de 2011