El fuerte aumento en los precios de los productos energéticos ha intensificado los riesgos a la baja sobre el crecimiento económico. Estas alzas provocan que las familias disminuyan su gasto en el resto de bienes y servicios, lo que se traduce en un menor ritmo de expansión de estos sectores. Dado que el país es un importador neto de crudo, también provoca una transferencia de recursos al exterior, lo que reduce el nivel de ingreso de la economía. Además, aumentan los costos de producción que, en caso de no poder trasladarse completamente a los precios finales, conllevan una reducción en las ganancias empresariales y un menor gasto en capital y demanda laboral.
En general, un aumento de 25 dólares por barril, similar a lo ocurrido durante el presente año, supondría una reducción en la tasa de crecimiento del PIB de alrededor del 0,4% en 2011 y el doble en 2012. No obstante, el impacto podría ser menor a estos promedios históricos.
Un aumento de 25 dólares por barril reduce el crecimiento un 0,4% en 2011 y el 0,8% en 2012
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Primero, la intensidad de uso energético de la economía ha disminuido significativamente. En 2010, una unidad de producto a precios constantes se producía utilizando un 30% menos energía que dos décadas atrás y la mitad que a principios de los setenta.
Segundo, el aumento en las exportaciones de productos petrolíferos, principalmente de productos refinados con alto valor agregado, y el mayor peso de las energías alternativas han permitido disminuir el déficit petrolero. En los últimos cinco años, las exportaciones petroleras en términos reales aumentaron casi el 250% mientras que las importaciones disminuyeron un 13%. En 2010, el déficit comercial de petrolífero, excluyendo el efecto inflacionario, fue un 30% menor al de 2004 y similar al de 1997.
Tercero, los efectos negativos de los mayores costos del crudo se refuerzan si van acompañados de ajustes a la baja en los precios de los activos. Actualmente, los precios de los bienes inmuebles permanecen deprimidos y la probabilidad de una recaída es menor respecto a la que se produciría tras un periodo de fuertes apreciaciones. Los precios de los activos financieros no han caído e incluso algunos índices son superiores al cierre de 2010. Obviamente, si bien esto podría revertirse en cualquier momento, el posible impacto negativo permanece acotado.
Cuarto, el aumento en los ingresos de los países exportadores de petróleo puede resultar en una mayor demanda de productos en los que Estados Unidos tiene ventajas comparativas. En 2010, el valor de las exportaciones de bienes industriales en términos reales alcanzó un récord histórico que representó un incremento del 41% con respecto al año 2000. Finalmente, el alza en el precio del crudo puede tener efectos positivos en el mediano plazo si es capaz de generar ganancias de eficiencia y un cambio estructural en la asignación de recursos en favor de energías alternativas y sostenibles. Esto aumentaría los beneficios medioambientales y reduciría la dependencia de las importaciones de petróleo. Además, posicionaría al aparato productivo en mejores condiciones para beneficiarse de nuevas tecnologías, que se traduciría en ganancias de productividad y un ritmo de crecimiento potencial más elevado.
Nathaniel Karp es economista jefe para Estados Unidos de BBVA.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de abril de 2011