Mi experiencia en el colegio Amor de Dios de Alcorcón se resumiría en "indiferencia". Estudié allí 14 años y sufrí acoso escolar. Tras muchos años de silencio por mi parte, los profesores y la directora del centro fueron debidamente informados de lo que sucedía, y quiero dejar claro que jamás se puso una medida efectiva más allá de una charla pobre que amenazaba con un posible castigo que nunca se produjo. No solo eso; alguna vez un profesor me quiso obligar a recoger las bolas que me habían escupido, pues estaban a mi alrededor.
En los test en los que preguntaban quién caía peor de clase, yo era la ganadora de todas las quinielas, culpable ante el colegio por ser una "inadaptada", haciendo oídos sordos a lo que ya sabían. Piensen si permitir que un niño cuente las horas que le quedan el domingo para ir al paredón de su centro el lunes lo permitiría su Dios y su Jerónimo Usera, dejándole secuelas como las que me dejaron a mí por sus negligencias. Apoyo totalmente a la familia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 21 de abril de 2011