Ahora resulta que los desvelos del ama de casa por cuadrar la economía familiar no sirven para nada; tampoco el esfuerzo de un trabajador durante años, ni que una empresa lleve lustros haciendo una buena labor, o que un país entero haya conseguido un progreso a base del sacrificio de mucha gente durante mucho tiempo. Porque si una "agencia de calificación económica" te adjudica unas letras de abecedario que no son las adecuadas, puede significar la ruina de todos.
Pero ¿qué tipo de economía nos han creado? ¿Qué criterios debemos seguir para conseguir alguna seguridad? ¿No hay responsables por mala gestión? Si son unos pocos los responsables de una mala administración, ¿por qué tenemos que pagar las consecuencias todos? Y sobre todo, ¿cómo podemos consentir un sistema económico basado en la especulación financiera y diseñado para enriquecer rápidamente a unos pocos a costa del sacrificio de muchos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 22 de abril de 2011