El concepto de "ciudadanía" tiene un alcance que muy pocas personas parecen comprender. Pocas veces nos preguntamos por esta, por el hito histórico que supuso luchar por conseguirla. Por ese motivo la malentendemos como un proceso pasivo: ejercemos nuestra opinión solo cuando los gobernantes nos preguntan por ella.
Pero la ciudadanía es todo lo contrario: es proyección, autonomía, responsabilidad, liderazgo... Y por supuesto, conciencia de grupo. Las plataformas y movimientos sociales supieron entender esto bien, y a ellos les debemos un buen número de avances democráticos cruciales. A pesar de todo, seguimos subestimando sobremanera el poder ciudadano, entre otras cosas porque nadie -el Estado el primero- nos ha querido enseñar sus virtudes. En consecuencia, nuestra sociedad adolece de un grave déficit político, pero también cívico; falta quien nos enseñe a creer en nosotros mismos.
Por eso, si usted es uno de los tantos españoles que busca el cambio, votar en blanco en las próximas elecciones no será suficiente, desengáñese: vaya un paso más allá, hágase miembro de cualquier asociación en pro de la cultura, la democracia participativa o los derechos civiles. Organícese. Y como dijo recientemente Stéphane Hessel, indígnese. Pero que sea una indignación activa, fruto de una auténtica madurez ciudadana. Ayudémonos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de abril de 2011