Todos los días nos llegan imágenes de lo que está sucediendo en muchos países del mundo árabe. Su "despertar" llena de alegría hasta, creo, a los más insensibles. Por ello, desde Occidente deberíamos ayudar y aplaudir esa toma de conciencia colectiva de querer vivir en un mundo mejor y más justo. En un mundo donde los derechos humanos y la vida de las personas, en definitiva, no sean pisoteadas, sean cuales sean las ideas o las orientaciones políticas de cada uno.
Por eso, tampoco deberíamos callarnos y protestar ante lo que está sucediendo en China, pues por muy poderosa que sea, los políticos de este país no pueden hacer oídos sordos ante las detenciones de activistas chinos, las intimidaciones y la desaparición de personas.
Ningún país está por encima de sus ciudadanos, que no se nos olvide.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 27 de abril de 2011