Bravo por Joaquín Estefanía y Santos Juliá al elogiar en su edición del pasado domingo el documental Inside job. En esta película se revela el modus operandi de los especuladores financieros, auténticos yonquis de poder -así como de otras sustancias y delitos, tal y como cuenta el documental-, que han neutralizado durante años a la soberanía ciudadana, al poder legislativo, e incluso a las élites académicas, con el fin de saciar su ansia de enriquecimiento sin escrúpulos y convertirnos en víctimas de una crisis global desde Cádiz a Alabama, Reikiavik o Lima.
Tras verla en el cine también leí su artículo Oferta cultural con cinturón prieto del 22 de abril sobre las carencias presupuestarias a las que ahora se enfrentan los museos españoles; otra triste secuela de esas acciones criminales que han afectado a nuestra sociedad tanto global como transversalmente, ya seamos depositarios de la cultura, la educación, o desempleados que se visten y comen gracias a organizaciones caritativas.
Estos locos insaciables aparecen en el documental sin expresión mínima de remordimiento, pero sí con una sorprendente arrogancia ante la cámara, solo entendible si imaginamos un sistema tan viciado de por sí que convierte lo anormal en normal, el delito en virtud. Todos ellos han salido del atolladero rescatados por ese mismo poder público al que maltrataban y sin verse siquiera delante de un juez, lo que nos lleva a no dilatar más en el tiempo un cambio de sistema para adueñarnos de nuestro propio destino y dignidad. Propongo que comencemos proyectando la película en las escuelas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 27 de abril de 2011