En España, parte de los que se dedican a la política entienden que eso es una oportunidad para disfrutar o aprovecharse para hacer negocio con los dineros públicos, y probablemente en otros países es igual, pero la diferencia es que en Alemania, por ejemplo, salta a la luz pública que el ministro de Defensa ha plagiado su tesis doctoral -y esto no tiene nada que ver con su actividad política- y su brillante trayectoria en su partido salta hecha añicos y dimite como ministro.
En España todos sabemos que eso de dimitir (salvo honrosas excepciones) no está en nuestra cultura, y sabemos qué ocurre con señores que se jactan de colocar en la Administración pública a cientos de personas, o que obtienen pingües beneficios durante su paso por la política.
También somos el país que premia a banqueros (no somos los únicos) que han puesto al país en la cuerda floja.
Para finalizar, somos el país que quiere acabar (el brazo ejecutor son unos cuantos jueces) con la carrera del magistrado más reconocido en el mundo, y que ha marcado el rumbo a seguir contra los dictadores que hoy se sienten menos seguros de quedar impunes; en fin ¡el mundo al revés!.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 27 de abril de 2011