Cerca de tres millones de euros debe el Consell que preside Francisco Camps a una empresa que durante cuatro años fue la encargada de la vigilancia de las principales sedes judiciales valencianas. La empresa, que atraviesa por serias dificultades económicas, ha reclamado judicialmente el pago de la deuda y ha denunciado a la Generalitat.
El artista Juan Ripollés denunció ayer ante la Guardia Civil el robo de tres manos y un brazo de cinco metros de largo de la escultura inspirada en Carlos Fabra que está elaborando en cobre y que preveía instalar "en dos meses" en la rotonda de acceso al aeropuerto de Castellón. El robo se produjo el domingo en el taller que tiene el escultor en Burriana.
Elecciones municipales y autonómicas
"Una bajeza moral", fue lo mínimo que dijeron anoche los socialistas sobre las frases en las que Francisco Camps aludió el pasado fin de semana en un acto en Castellón a la falta de cariño de Rodríguez Zapatero por parte de su abuelo, al que no conoció porque fue fusilado en la Guerra Civil.
El presidente de la Generalitat y candidato del PP, Francisco Camps, se rodeó ayer de artistas en el monasterio de Sant Miquel dels Reis, sede de la Biblioteca Valenciana, en Valencia, para presentar su programa de cultura.
Hace cuatro años, la gestión privada de los servicios públicos de salud se extendía sobre 400.000 personas (los vecinos de los departamentos de Alzira y Torrevieja). Con la puesta en marcha de los hospitales de Dénia (2009), Manises (2009) y Elche (2010), la cifra ya ronda el millón, lo que supone el 20% de la población del territorio valenciano.
El juez que instruye la trama de facturas falsas de Terra Mítica, en la que una veintena de empresas cobraron al parque, impulsado por la Generalitat, por trabajos inexistentes y defraudaron paralelamente a Hacienda 4,4 millones de euros, ha archivado por falta de pruebas la acusación contra los exdirectivos de la sociedad.
FEDERICO SIMÓN | Valencia
El Observatori 2011 enseña en las Atarazanas de Valencia una muestra colectiva basada en la equivocación como motor creativo