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PATÉ DE CAMPAÑA | Elecciones municipales

Marcha sobre Sants

Acto del PP. Starring: Alberto Gallardón. Viene tan moreno que un rayo UVA más y le cae encima su propio código deontológico sobre inmigración. Also starrings: a) Alicia Sánchez-Camacho. Domina tanto los absurdos lingüísticos de su partido que, cualquier día, la sacan en Bob Esponja. Y b) Alberto Fernández Díaz, un tipo simpático, entrañable y que ocupa un espacio sentimental en la ciudad, si bien la descripción coincide, ahora que caigo, con la del malogrado Floquet de Neu. El acto consiste, por cierto, en dar una vuelta por Sants. Parece sencillo. Pero también lo parece un soneto. Y lo del PP con el lenguaje es de soneto.

El principal recurso del soneto de hoy -Gallardón- viene a colación, supongo, de transmitir una idea de moderación -dentro de la estética de partido único que conserva el PP, Gallardón ocupa el espacio evolutivo de Álvarez-Solís-. El paseo soneto que se iniciará en breve tiene el objeto de, consecuentemente, pasear moderadamente. Las campañas del PPC, de hecho, consisten en patear la calle y exhibir la normalidad, la moderación, de un lenguaje anormal, excesivo. Sus paseos son, en ese sentido, pequeñas marchas sobre Roma.

Comienza el paseo. Los tres protagonistas y un montón de figurantes y cámaras avanzan sobre Sants. A toda leche. Como Marinetti iba a Trieste. Se paran lo justo para dar besos a desconocidos -casi igualan el récord mundial, en posesión de María Lapiedra-. Se topan casualmente con señoritas vestidas con el traje regional del Diagonalès, que se suman a la comitiva eléctrica. No dejan de acercarse posibles clientes. Señoras del Sálvame, señores vestidos de sparring social, que les abrazan y recitan cadenas lógicas dadás, con palabros como España e inmigración. El grupo sigue, imparable, dinámico, como un rodillo. De pronto, Gallardón se tiene que ir a Madrid. Zas. El grupo restante se queda unos segundos con la cara de cuando ha pasado un ángel. Ya no hay cámaras. Caminan normal. Vuelven al lenguaje normal. Nadie les reconoce. Fin del soneto.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 11 de mayo de 2011