Siempre ha sido fácil burlarse de Arnold Schwarzenegger, pero nunca ha quedado claro si era del todo justo. Icono de la Edad de Oro del cine palomitero -esos años de mandobles amplificados en dolby surround y pegajosos nachos, maridados con refrescos gaseosos, en el estridente Planet Hollywood-, Arnie debutó en clave granítica para, con el tiempo, matizar su musculatura con la autoironía de quien sabía que ningún papel le iba a sentar mejor que el de Terminator.
Aunque en aquellos años el Despacho Oval estaba ocupado por un actor de chichinabo -Ronald Reagan-, si alguien hubiese anunciado que, algún día, el lozano héroe de Hércules en Nueva York (1969) -película con combate entre culturista y oso pardo- sería gobernador de California, hubiese sonado tremendamente insensato.
El actor no descarta espabilar las adormecidas franquicias de 'Terminator' y 'Predator'
Schwarzenegger ha dejado el cargo. También ha anunciado esta semana su separación de Maria Shriver tras 25 años de matrimonio. Y no piensa en una jubilación dorada: recuperar el estrellato es su primer objetivo. Que la primera noticia sea su reencarnación en superhéroe de comic-book y serie animada de la mano de Stan Lee -The Governator- no resulta tan alarmante por lo que a él respecta: solo es la enésima confirmación de que el padre de Spider-Man se apunta a un bombardeo. En verano, Arnie ejercerá de anfitrión en el tour americano de los recién casados Guillermo y Catalina, pero antes un proyecto de sonado título -Cry Macho- se moverá en Cannes para garantizar al exgobernador un contrato de 12,5 millones de dólares: basada en una novela de N. Richard Nash, es la historia de un criador de caballos en plena deriva alcohólica tras el asesinato de su mujer y su hijo. Arnold también opta a protagonizar The last stand, debut en el cine americano del coreano Kim Jee-woon, cuya reciente I saw the devil ha sido uno de los títulos de culto del circuito de festivales. La estrella no descarta espabilar de un puñetazo las adormecidas sagas de Terminator y Predator. Quizá convenga no precipitarse con las risas: cosas más raras ha conseguido en su desaforada trayectoria.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 13 de mayo de 2011