Ante una economía convulsa los partidos políticos deberían formular propuestas sinceras, imaginativas y comprometidas con el fin público al que los candidatos dicen servir. ¿Por qué no congelar su retribución económica y la de sus grupos municipales mientras la crisis se prolongue?
La medida a implementar generaría la tan ansiada credibilidad y generosidad que nuestra sociedad les reclama y también contribuiría a desterrar de la función pública a todos aquellos que realmente se acercan a ella para vivir como políticos profesionales. De paso, contribuiría a sanear las maltrechas arcas municipales.
Sucede que muchos cargos públicos simultanean su actividad con otras de naturaleza privada legalmente compatible, de ahí que podrían sobrevivir apretándose el cinturón renunciando a sus emolumentos públicos. Desde luego, al político que vive solo de la política ya le conocemos, sirve a sus personales intereses y a los de aquel que le nombró a dedo.
Al menos, mientras la democracia interna no llegue a los partidos la solución que propongo desvelaría quiénes son políticos de vocación y quiénes lo son por puro interés personal. Adivino que mi propuesta no será abanderada por ninguna formación de las que concurren a las próximas elecciones municipales. ¿Por qué será?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de mayo de 2011