Ha sido en la Comunidad de Murcia donde las fuerzas de la naturaleza han segado vidas y derribado las casas. Afortunadamente, en esta ocasión los partidos políticos no se han echado culpas y han lamentado los incidentes además de poner, cada uno en su medida, medios para paliar la tragedia. La tragedia es lo malo, lo irremediable, pero eso no nos deja tranquilos, porque aunque aparentemente no hay culpables, podría suceder que culpables sean todos en un reparto equitativo.
No parece serio que en una zona de riesgo sísmico alto como es la falla existente en esa región y con precedentes de dos grandes terremotos, las licencias de obras y los proyectos no contemplen que los cálculos incluyan un nivel sísmico de seguridad, y que un terremoto de grado 5,1 destruya medio pueblo.
Que la culpa sea de todos, Ayuntamientos, comunidad y nación, no justifica que miremos para otro lado. Hay que reconocer que las cosas se han hecho mal y que deben tomarse medidas para que no vuelvan a suceder. Dejemos las chapuzas y afrontemos el futuro con responsabilidad porque muchas veces está en juego la vida.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de mayo de 2011