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CARTAS AL DIRECTOR

Presunción de inocencia

Estos días vemos en la portada de numerosos periódicos y en la mayoría de las televisiones del mundo la noticia de que un hombre influyente es acusado de la agresión sexual a una ciudadana americana, de profesión camarera. Se trata de uno de los más firmes candidatos a la sucesión de Sarkozy como presidente de nuestros vecinos los franceses; un hombre poderoso acostumbrado a codearse con políticos, empresarios y con todos aquellos otros que de una u otra forma tienen el poder y manejan con sus decisiones la sociedad a su antojo. Aquellos que se creen por su condición intocables, que están por encima de la ley o que se identifican como ella.

Este mal que salpica desde siempre a algunos personajes que saborean el poder también parece afectar a Strauss-Kahn.

Todas las evidencias parecen acusarle. Sin embargo, vivimos en una sociedad democrática y la presunción de inocencia es algo que merece todo ciudadano al que se acusa de un delito y mientras las pruebas de las investigaciones policiales y la justicia no lo confirmen, ningún ciudadano debe sufrir un juicio paralelo por lo que se diga en los medios de comunicación.

Ahora bien, si finalmente se demuestra su culpabilidad, sobre este hombre que pretendía representar a toda una nación, que debería ser ejemplo para aquellos ciudadanos que aspiraban a depositar en él su confianza, tendría que recaer todo el peso de la ley con una sentencia ejemplar, que supusiese un antes y un después, y que dejase claro de una vez por todas que nadie, por poderoso que sea, es hoy día en una sociedad moderna distinto a otro ante la ley.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 19 de mayo de 2011