En un mundo, donde el dinero es el principal motor de cualquier acción, la educación no se queda atrás. Como estudiante, me planteo qué opciones tengo para el futuro, y no me sorprendo al ver que mis alternativas están condicionadas por mi propio esfuerzo. Si no luchas, no ganas, algo lógico y justo en la teoría.
¿Pero es para todos así? En la práctica, no. Mientras hay gente que tiene que hacerse heridas en los codos para poder acceder a una plaza en la universidad, otro sector solo ha de aguantar el peso del dinero en sus bolsillos. Me gustaría pensar que pertenezco a una sociedad en la que el trabajo y la constancia siempre dan los frutos que deseas, pero hoy día, el único valor seguro es el dinero.
Un ejemplo claro lo he encontrado en la doble titulación de Periodismo y Comunicación Audiovisual, la cual, en Valencia, solo se imparte en una universidad privada. No existen otras opciones, a no ser que quieras mudarte de ciudad, lo cual también supone un esfuerzo económico grande, al que muchas familias no pueden hacer frente, en este caso, obviamente las ganas y el esfuerzo no sirven por sí solos. Se tiende a pensar, que la educación privada es sinónimo de calidad, pero ¿se pueden comprar los conocimientos? ¿Se puede comprar el futuro?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 22 de mayo de 2011