Bob Dylan cumplió ayer 70 años. Sigue en la carretera -empieza en junio una gira en Europa-, y sus canciones conservan intacto su poder corrosivo. En la Puerta del Sol de Madrid y en distintas plazas de otras ciudades españolas un montón de gente se puso a protestar hace unos días, así que en las radios para hablar del asunto pusieron Blowin' in the wind o A hard rain's gonna fall. "¿Cuántas veces tiene que levantar un hombre la cabeza / hasta poder ver el cielo?", se pregunta Dylan en
la primera de ellas.
En la segunda dice que vio a un recién nacido rodeado de lobos salvajes. Y ya saben que va repitiendo, en una, que la respuesta estáen el viento y, en la otra, que va a caer un chaparrón de auténtica envergadura.
Lo que de verdad importa, sin embargo, no es que sus canciones sigan sirviendo para ilustrar un malestar generacional. Lo que deslumbra es que, medio siglo después de que empezara a escribir las primeras, muchas sigan siendo corrosivas: es decir, que mantengansu capacidad de destruir cualquier resistencia para tocarte el nervio,el alma, el corazón.
Y para eso no sirve solo la letra. Está su estilo de interpretar -como arrastrado-,ese soniquete nasal que acompaña a su áspera voz como una sombra, los soplidos que le va dando a su armónica. Por hablar de sus maneras al principio de su carrera: luego cogió una guitarra eléctrica y fue incorporando otros instrumentos. Conservó, en una y en otra etapa, siempre ese punto desastrado, un aura de fragilidad e indefensión para ponerle, paradójicamente, coraje y arrestos ante las durezas de la vida.
A Dylan se le pueden reprochar un montón de cosas (sus ideas religiosas o políticas; sus poses y contradicciones de divo caprichoso; incluso muchos lo machacarían por su versión de Blue moon). Ha sido irregular y hasta tramposo. Pero es injusto que solo se lo siga trayendo a cuento cuando se trata de protestar. Vayan corriendo a escuchar cuando invita a una dama a echarse en su gran cama de latón (Lay Lady Lay) o cuando sugiere permanecer joven para siempre (Forever young): "Que tengas las cosas claras cuando corran tiempos de cambio". Buen deseo para esta época de incertidumbre: ¡Felicidades!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 25 de mayo de 2011