La devoción de la cultura japonesa por lo efímero y lo bello se sublima en la flor del cerezo -sakura, en japonés-, de pétalos blancos o rosáceos y breve vida: apenas dos semanas de abril o marzo. Esta floración, que en España tiene como escenario más conocido, aunque no es el único, el valle cacereño del Jerte, deja paso a finales de primavera al espectáculo de los árboles cuajados de frutos maduros, cuando las plantaciones de cerezos de Aragón, Extremadura y Valencia se tiñen de rojo intenso. La localidad de Bolea, en la comarca aragonesa de La Hoya de Huesca, a mitad de camino entre la campiña y la montaña pirenaica, celebra el 12 de junio la Feria de la Cereza, una cita gastronómica y festiva donde se pueden degustar y comprar más de 30 variedades de guindas y cerezas diferentes.
La fiesta, en la que también habrá mercado de artesanía y espectáculos, sirve de percha para moverse por la zona, hasta lugares como el castillo de Loarre, una de las fortalezas románicas mejor conservadas de Europa (fue construido en 1033 por Sancho III el Mayor de Navarra sobre los restos de un fortín romano y ha servido de escenario de películas como El reino de los cielos, de Ridley Scott); los Mallos de Riglos, o el río Gállego y la sierra de Guara, dos hitos de los deportes de aguas bravas en el Pirineo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de mayo de 2011