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Análisis:EL ACENTO

Islandia sí es diferente

Islandia (y no España) es diferente. En este mínimo país ártico de 320.000 habitantes no se han conformado con desalojar del poder al Gobierno de turno por culpa de la crisis, como han hecho los demás, sino que, además, van a intentar meter en la cárcel al primer ministro que llevaba entonces las riendas del país, el conservador Geeir H. Haarde, y a parte de sus banqueros, entre ellos a Sigurdur Einarsson, presidente ejecutivo del Kaupthing, la mayor entidad financiera del país. La fiscalía, tras un duro informe de una comisión parlamentaria, ha dictaminado que el conservador Haarde actuó con "extrema negligencia" durante la crisis que estalló en 2008 y que ocultó información a los ciudadanos y a su Gobierno sobre la gravedad de los datos de que disponía. El resultado es que un tribunal especial abrió ayer el proceso contra Haarde, que ahora dispone de unas semanas para presentar alegaciones. Es probable que el juicio se inicie después del verano.

Dice el FMI que la crisis islandesa está tocando a su fin, que la recuperación está en camino. La imagen del país, sin embargo, ha cambiado quizá para siempre. Se ha convertido en un caso insólito por su original manera de afrontar dicha crisis: dejando quebrar la banca y persiguiendo al nutrido grupo en el que hay algún político, pero sobre todo banqueros y especuladores que a punto estuvieron de arruinar al país. Que Einarsson haya estado en prisión y que se abra el proceso contra Haarde demuestra que esas maneras originales no eran una mascarada. Los islandeses están sufriendo la crisis como los demás, con recortes sociales, desempleo y el pago (del erario público) de los platos rotos, pero al menos podrán darse el gustazo de ver a los máximos responsables dando cuentas de sus presuntos desmanes.

Otra de las rarezas de Islandia es que la crisis acabó con 18 años ininterrumpidos de los conservadores en sus Gobiernos. A Haarde le sustituyó la socialdemócrata Jóhanna Sigurdardóttir, un dato más a favor de los que creen que no es la socialdemocracia la que está en crisis, sino los Gobiernos a los que les estalló aquella en las manos; algo que saben bien Nicolas Sarkozy, Angela Merkel y Silvio Berlusconi.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 8 de junio de 2011