El futuro de la actual España lo prediseñó (sin permiso) algún político (ahora llamado sabio) en el Tratado de la Unión de Maastricht, que consagraba la cohesión económico-social de los diversos países y regiones comunitarios. Entonces se debatía sobre los Fondos de Cohesión y la Europa de las dos velocidades. Aquel político designó que España iba a ser un país de servicios en la vertebración europea. Consecuentemente, no apostó por la innovación y la investigación o la productividad.
El ladrillo fue y ha sido la única vocación real a la que se nos ha condenado en nuestro país, que ha dado pie a la gran especulación de pelotazos y dinero fácil, es decir, nada que haya supuesto esfuerzo creativo ni músculo intelectual.
Nos sentimos estafados por todos los políticos que representan esa segunda transición y por ello hoy, jóvenes y no tan jóvenes, tomamos y reclamamos en las calles la tercera transición ya. Esta casta política actual debe saber que los casi cinco millones de parados y el empobrecimiento de los más preparados, sobre todo en el sector público, como maestros, cirujanos, abogados, catedráticos o investigadores, son la expresión lamentable de una pésima y abusiva gestión. Pero esto lo vamos a cambiar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de junio de 2011