Cuando oigo o leo a determinados personajes públicos opinar sobre las cuentas del sistema sanitario me preocupo, parece que estén hablando de una empresa: "Es deficitaria, hay que conseguir su viabilidad, sin reformas a este paso la llevamos a la ruina", etcétera.
Y me preocupo porque cuando nos embarcamos en esta bella historia democrática y nos construimos el Estado de bienestar, lo hicimos conscientes de dónde nos metíamos, ¿o no?
Un sistema sanitario público y universal es, por definición deficitario; si la sociedad lo adopta es por solidaridad, se acepta el pago de unos impuestos para que todos, tengan posibles o no, disfruten de una atención sanitaria adecuada.
Y, aunque cueste mucho dinero, sea deficitaria y tenga bastantes carencias, hay que mantenerla.
Para hablar de rentabilidad habría que mirar a la sanidad privada y allí, que yo sepa, no van los que no tienen recursos económicos y estos tienen derecho a la salud.
También es muy deficitario el sistema político que tenemos, con demasiadas personas trabajando en la cosa pública, cargos duplicados y puestos innecesarios y, sin embargo, a los dirigentes no se les ve muy por la labor de afrontar el problema y hacer reformas.
¿Será porque les afecta a su bolsillo? ¡Cuánto cinismo!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 14 de junio de 2011