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Crítica:CANTO | XVII CICLO DE LIED

Pasión volcánica

En la clausura del Ciclo de Lied del teatro de La Zarzuela no se cantó una sola nota en alemán. Era el día de las otras lenguas, con el español, inglés y francés de protagonistas. En realidad era el día de Nancy Fabiola Herrera, una mezzosoprano venezolana-canaria que salió a escena como un volcán en erupción, vestida de rojo-pasión a lo Carmen y dispuesta a triunfar por lo más alto. Lo logró. Fundamentalmente, porque no renunció en ningún momento a su estilo, a su temperamento latino, a su expresividad de corte operístico, al repertorio con el que más a gusto se siente.

No imitó a nadie e impuso su propia personalidad en un ciclo magistral de las Canciones negras de Montsaltvatge, con una nana añadida que no se suele interpretar. En los espirituales negros sacó a relucir una fuerza arrolladora y en las canciones de Milhaud o Viardot García una gracia natural y sentido del espectáculo. Su Albéniz estuvo un poco titubeante, su Granados contenido y su Toldrá irregular aunque con toques de genialidad en las canciones intermedias. Tuvo a su lado un aliado extraordinario en el pianista Rubén Fernández-Aguirre, atento en todo momento a las necesidades de la cantante, aportando frescura y creatividad.

XVII CICLO DE LIED

Nancy Fabiola Herrera y Rubén Fernández-Aguirre.

Teatro de La Zarzuela, 20 de junio.

No entró el recital en esa línea histórica a la española de la canción con acompañamiento de piano, ejemplificado por Victoria de los Ángeles, Montserrat Alavedra o Teresa Berganza. Nancy Fabiola Herrera impuso su concepción del canto y del espectáculo lírico con una apabullante sinceridad, haciéndose acreedora, con toda justicia, a un éxito indiscutible. "Mi niña, qué guapa eres", le gritó un espectador. Pues eso.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 21 de junio de 2011