En la clausura del Ciclo de Lied del teatro de La Zarzuela no se cantó una sola nota en alemán. Era el día de las otras lenguas, con el español, inglés y francés de protagonistas. En realidad era el día de Nancy Fabiola Herrera, una mezzosoprano venezolana-canaria que salió a escena como un volcán en erupción, vestida de rojo-pasión a lo Carmen y dispuesta a triunfar por lo más alto. Lo logró. Fundamentalmente, porque no renunció en ningún momento a su estilo, a su temperamento latino, a su expresividad de corte operístico, al repertorio con el que más a gusto se siente.
No imitó a nadie e impuso su propia personalidad en un ciclo magistral de las Canciones negras de Montsaltvatge, con una nana añadida que no se suele interpretar. En los espirituales negros sacó a relucir una fuerza arrolladora y en las canciones de Milhaud o Viardot García una gracia natural y sentido del espectáculo. Su Albéniz estuvo un poco titubeante, su Granados contenido y su Toldrá irregular aunque con toques de genialidad en las canciones intermedias. Tuvo a su lado un aliado extraordinario en el pianista Rubén Fernández-Aguirre, atento en todo momento a las necesidades de la cantante, aportando frescura y creatividad.
XVII CICLO DE LIED
Nancy Fabiola Herrera y Rubén Fernández-Aguirre.
Teatro de La Zarzuela, 20 de junio.
No entró el recital en esa línea histórica a la española de la canción con acompañamiento de piano, ejemplificado por Victoria de los Ángeles, Montserrat Alavedra o Teresa Berganza. Nancy Fabiola Herrera impuso su concepción del canto y del espectáculo lírico con una apabullante sinceridad, haciéndose acreedora, con toda justicia, a un éxito indiscutible. "Mi niña, qué guapa eres", le gritó un espectador. Pues eso.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 21 de junio de 2011