En un mes, a Antoni Vives (Barcelona, 1965) le ha cambiado la vida: ha pasado de ser miembro de la oposición municipal de la capital catalana con CiU a inminente tercer teniente de alcalde, y de debutar esta temporada como novelista con El somni de Farringdon Road (La Magrana), a obtener ayer con ella el 40º Premio Crexells, que concede el Ateneo Barcelonés en un fomato muy de los tiempos: un jurado exquisito lo reduce a tres títulos (esta vez, junto a La pastoral catalana, de Julià de Jòdar, y Un dia tranquil, de Ponç Puigdevall) y los socios del Ateneo votan.
"Somos una generación que necesita comprender los fantasmas que tenemos en el armario como sociedad y es falso que lo de la Guerra Civil lo tengamos superado; debemos hablarlo porque nuestra sociedad se ha construido sobre sus consecuencias: la mentira y el olvido; la guerra dejó patologías colectivas con graves secuelas sociales y nacionales", razona Vives para explicar la génesis de su novela, donde la Guerra Civil convulsionará a un joven abogado, sacudido en lo humano y lo ideológico. Algún crítico sagaz la ha inscrito en la revisión del tema por los nietos de quienes vivieron la guerra, revisión que abrió Soldados de Salamina. "Intenté leerla dos veces y no pude", admite, y tampoco tocó Incerta glòria, de Joan Sales: "Si lo hacía antes de acabar la mía, estaba muerto".
'El somni de Farringdon Road' se impuso a obras de De Jòdar y Puigdevall
"Escribir El somni... ha sido una purificación intelectual y personal", dice. Y reconoce que ha debido sacarse "algunas camisetas ideológicas", marcadas por un entorno familiar "nacionalista, republicano y de izquierdas, del PSUC, pero también muy católico", dice el exdirector de la Fundación Trias Fargas.
Lector de los clásicos rusos y la generación perdida, también se sabe grafómano (tiene cuatro novelas en el cajón, "que no publicaré", dice) y lleva una libreta con notas. ¿Políticas también? "¡Y tanto! Cataluña da para una cosa más seria que Polònia, algo a lo The wire, que vaya al fondo".
Por ahora, Vives va a por otra novela, a la espera de otra reedición de El somni... Nada mal. "Es que, en catalán, tampoco hay tanta novela sobre la guerra", concluye. Por doloroso aún, quizá.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 23 de junio de 2011