El alcalde en funciones de Barcelona, Jordi Hereu, no le dejará a su sucesor, Xavier Trias, el problema de la ocupación de la plaza de Catalunya por un grupo de indignados. Hereu firmó el martes un decreto para que se tomen "las medidas necesarias" para que vuelva la normalidad al recinto. Ayer un grupo de los acampados se resistía a abandonar la plaza, desmarcándose de un acuerdo que sus representantes habían cerrado con un representante de la Guardia Urbana.
El consejero de Interior, Felip Puig, confirmó ayer en Catalunya Ràdio que el Ayuntamiento ya le había solicitado ayuda para intervenir en el desmantelamiento del campamento. Sin embargo, el Consistorio quiere agotar el diálogo con los acampados, que están allí desde el 16 de mayo.
A principios de junio la asamblea del Movimiento 15-M decidió terminar con el campamento de la plaza. Sin embargo, un grupo optó por quedarse y la mayoría se desmarcó de los que continuaron con el campamento. Las críticas por el incivismo y la degradación del lugar fueron algunos de los motivos. El martes, un grupo de los que continuaron allí pactó con un emisario de la Guardia Urbana el fin de la ocupación de la plaza a cambio de un módulo prefabricado para situar un punto de información en la plaza.
El módulo conflictivo
Dos camiones de limpieza llegaron ayer, pasadas las diez de la mañana, a recoger los desperdicios del desmontaje del campamento. Sin embargo, los indignados tiraron maderas, ordenadores viejos y residuos, pero no tocaron las tiendas. La única que ya no estaba era la de la comisión de comunicación. Pocos se fueron durante el día.
En una nota, los indignados rebeldes se desmarcaron del acuerdo alcanzado con el Ayuntamiento y aseguraron que lo habían suscrito "a título personal" personas que "no representaban la voluntad de la acampada". Cuando llegó el módulo, lo rechazaron por pequeño. "La propuesta del módulo de cuatro por dos metros que hace el Ayuntamiento no responde al espíritu del 15-M. Fue un error".
Las partes no dan por cerrados los acercamientos. Ayer los rebeldes y exacampados debatían acaloradamente. "La acampada no puede ser un fin en sí mismo", decía un hombre que aseguraba que acampó al principio. "Hay indigentes durmiendo aquí porque tenemos que ser ejemplo de integración", aseguraba uno de los que aún pernoctan en el lugar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 30 de junio de 2011