Eso decía Calderón de la Barca en una de sus principales tragicomedias. La detención de Teddy Bautista, jefe de la orquesta de la SGAE y de otros ejecutivos de la empresa, parece también una ensoñación onírica. De hecho, a mucha gente, al oír la noticia en la tele, en los periódicos y en las radios, se le han quedado los ojos como platos. La misma ministra de Cultura, socia de la entidad, se ha quedado pasmada y ha recordado que Cultura no tiene competencias para vigilar a las entidades de gestión, ya que esta función fue transferida a las comunidades autónomas en 1997. Al mismo tiempo, la ministra eludió pronunciarse sobre la transparencia de la sociedad: "Eso es algo muy personal y cada socio tiene su opinión".
Jaume Sisa, miembro de la Junta Directiva, afirma: "Creo en la honestidad de Teddy y su equipo. Además, la SGAE está sometida constantemente a controles de cuentas, y se rinde toda esta información periódicamente a la junta". Esto es una tragicomedia aplaudida y jaleada por cierta prensa desafecta a Bautista, a quien se han encargado de masacrar desde hace años. De momento, Teddy y su equipo tienen la presunción de inocencia, aunque estén entre barrotes. Los jueces tienen la obligación de aclarar cuanto antes este bochorno. Y los ciudadanos tenemos el derecho de enterarnos de lo que pasa realmente, si es que ocurre algo punible que justifique el escándalo que ha afectado no solo a los arrestados sino también a la prestigiosa entidad.
A lo mejor todo es sueño o pesadilla y los ciudadanos pertenecemos al universo onírico. Una cosa es que la empresa vaya muy bien; otra, es acusar de ladrones a algunos de sus gestores. Que hablen los jueces ya. Necesitamos saber urgentemente la verdad de lo que pasa. No se puede prolongar indefinidamente la tragicomedia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 4 de julio de 2011