Es vergonzoso que los responsables de la gobernanza europea nieguen el pan y la sal al pueblo, abandonando en manos de las inmorales agencias de valoración de la deuda soberana. Nada más y nada menos, que a los Estados de la Unión Europea. Los Gobiernos miran hacia otro lado, mientras los insaciables especuladores sacan pingües beneficios de la crisis, que ellos mismos crearon. Son verdearos crímenes incruentos contra la humanidad. Los culpables son la recalcitrante derecha europea y su delictivo compañero de viaje, el capital financiero. Además, ellos saben que este círculo vicioso, que alimenta su perversión, no tiene fin. Los países intervenidos arrastrarán a los demás a situaciones dramáticas, y las economías que empiecen a crecer el lastre del resto no les permitirá avanzar, creándose desigualdades insalvables.
El discurso de todos los responsables de las instituciones europeas está vacío de contenido, y todos adoran al becerro de oro, es decir, los insaciables mercados financieros. Mantenidos por el neoliberalismo que les acompaña. Los indignados somos más que los insaciables. Y hemos comenzado por evitar los desahucios, y debemos de seguir. En España, el candidato Alfredo tiene que desligarse del talante conciliador de Zapatero para capitanear un golpe de timón progresista. Entre la opción de la UE y la alternativa de Islandia, es urgente articular la iniciativa española. El Movimiento 15-M: democracia real ¡ya!.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 8 de julio de 2011