En la línea de una conducta incomprensible, seguida por Francisco Camps en los dos últimos años, se va despotricando contra todo, hablando de conspiraciones, procedimientos brutales y, cómo no, proclamando su inocencia y haciendo un encendido elogio de sí mismo. Y, claro, no podía faltar, dejando bien sentado que lo hace por el bien de su partido, de Valencia y de España. Una vez más, la patria en boca de quien se ve en apuros con la justicia.
Uno no puede dejar de preguntarse cómo es posible que alguien, en la situación de Camps, tarde tanto en tomar una decisión que estaba cantada prácticamente desde el minuto uno de esta lamentable historia. Y, también, cómo y por qué se ha producido, hasta ahora mismo, un apoyo tan cerrado de su partido y, muy especialmente, el de Mariano Rajoy, el que dijo aquello de que "estaría siempre al lado, o detrás o delante de Paco". Se ha repetido, corregido y aumentado el esperpento que ya se produjo con el extesorero Bárcenas.
Y todo ha ocurrido tan tarde y tan mal que el daño a la democracia ya está hecho, y aunque a los dirigentes del PP les parezca que esto es un asunto menor, el daño, para ellos también, es ya irremediable, porque, a pesar de la impasibilidad de Rajoy y de su reconocida costumbre de mirar para otro lado cuando le conviene, le va a resultar muy difícil gestionar este feo asunto en la inminente campaña electoral.
El señor Rajoy, con su inoperancia, se ha pegado un tiro en el pie con el caso Camps.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 21 de julio de 2011