Una vez más, el PP ha conseguido bloquear el funcionamiento de una institución por el método de negarse a pactar un presidente. La presidencia del Consejo de Administración de RTVE será ocupada por cada uno de los consejeros en turno rotatorio mensual. Es una solución ridícula, porque revela el fracaso de las prácticas de consenso parlamentario. La dimisión de Alberto Oliart obligaba a un acuerdo entre el Gobierno y el PP, pero la política de tierra quemada de Génova lo ha hecho imposible. Así son los modos democráticos del PP: cuando no está en ventaja, no pacta; prefiere buscar excusas para poner a sus hombres (como Ignacio Villa en la televisión de Castilla-La Mancha o José Antonio Sánchez en Telemadrid) cuando no necesita acuerdo alguno. Es la misma pauta política que causó la lenta agonía del Consejo General del Poder Judicial. En RTVE también estuvo a punto de producirse después de la salida de Luis Fernández y se veía venir después de que, apenas dos meses después del nombramiento de Oliart, consensuado con el PP, el partido de Rajoy resucitase las insulsas sospechas habituales de sectarismo informativo en los telediarios.
La rotación no es un invento. Antes de la reforma de la ley que regula RTVE (2006) solía utilizarse, pero entonces el Consejo de Administración tenía menos competencias. Mandaba el director general, nombrado por el Gobierno. La facilidad del PP para empantanar sociedades públicas (con total impunidad) empuja al stress legislativo. Hay que estar pensando continuamente en modificaciones legales que impidan el bloqueo en la gestión. Pero los cambios normativos constantes perjudican la estabilidad de las instituciones.
De hechos como esta bufa procesión de presidentes de RTVE se deduce que al PP le preocupan bien poco cuestiones tales como la estabilidad o la solvencia de una entidad. El único interés que le suscita RTVE o cualquier otra sociedad pública es ocuparla. Perla final. Tanto el ministro Jáuregui como el popular González Pons han celebrado la decisión salomónica adoptada por el Consejo. ¿Salomónica? ¿Se felicitan acaso de su incapacidad para alcanzar un acuerdo parlamentario?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de julio de 2011