La matanza terrorista llevada a cabo en Oslo y la isla de Utoya por el extremista Anders Breivik abre un nuevo frente en la lucha contra el terrorismo, la xenofobia y el fanatismo, al dejar claro que no solamente grupos relacionados con Al Qaeda son los que acuden a la violencia para imponer su ideología sectaria y asesina basada en la aniquilación del diferente para lograr sus objetivos políticos y sociales.
El auge de corrientes extremistas que buscan la destrucción como mejor herramienta de imposición, debe reforzar la lucha sin descanso contra quienes, en su incapacidad de convivir con los demás, acuden al discurso intolerante y sectario para recordarnos a todos aquellos que han asesinado a millones de personas en busca de erradicar una ideología, una idea o religión.
Este macabro asesinato contra jóvenes socialdemócratas en la isla de Utoya es un duro golpe a la política generosa e integradora del actual Gobierno noruego; un Gobierno que se ha caracterizado por el respeto de los derechos humanos y la búsqueda de las soluciones pacíficas en los conflictos internacionales.
Sirva esta terrible experiencia para reforzar la lucha contra todo tipo de terrorismo que lo único que persigue es someter a las sociedades democráticas al miedo, el odio y la destrucción.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 28 de julio de 2011