El armador del Siempre Santa Tecla, Jesús Baz, se puso en comunicación ayer con EL PAÍS para rebatir una denuncia de un sindicato indonesio, según la cual uno de los marineros de esta nacionalidad que formaba parte de su tripulación fue arrojado por la borda en aguas de Chile, o cayó sin que nadie lo rescatase, en 2009. Baz asegura que no le importa explicar a cualquier inspector que le pregunte que el trabajador "se suicidó", y detalla la escena de los hechos. "Estaban todos trabajando a proa, recogiendo ya el aparejo, y él dijo que iba al baño. Había viento normal. El jefe de máquinas, que es ruso, lo vio lanzarse al mar. El barco dio marcha atrás, y el contramaestre se sacó las botas, cogió un salvavidas y se lanzó a rescatarlo. Arriesgó su vida, pero el marinero se le escapó. No quería vivir".
Con ayuda del pesquero vigués Carvisa 3, estuvieron "buscándolo cinco días", pero transcurrido ese plazo las autoridades chilenas dieron permiso para seguir faenando. El cuerpo no había aparecido, según el armador de A Guarda, es difícil que quede rastro en aquellas aguas, donde se dan "unos potones grandísimos, de 300 kilos, que se comen los cuerpos", sin darles tiempo "ni a llegar abajo". Cuando tocaron tierra, en El Callao (Perú), donde descarga el Siempre Santa Tecla, Baz comunicó el suceso a Capitanía. "El barco fue decomisado cuatro días" y casi toda la tripulación, de 17 hombres, pasó a declarar. "Todos coincidieron" en la versión del suicidio.
Otros cuatro trabajadores, sin embargo, regresaron a Yakarta sin prestar declaración en Perú y al llegar a Indonesia contaron en el sindicato la versión citada en primer lugar en este artículo. Esta central pidió ayuda a la ITF (Federación Internacional de Trabajadores del Transporte) en Galicia para reclamar una indemnización para la familia del fallecido por accidente laboral, pero el seguro, como advierte el armador, "no cubre los suicidios". Pese a esto, él también dio parte a su aseguradora en A Guarda.
El marinero fallecido era, según explica el armador, "musulmán, casado y con dos hijos". Tras una estancia en el puerto de El Callao, continúa Baz, debió de sufrir una crisis personal, influido por "otro tripulante, sindicalista, que se dedicó a amargarlo". Estos "cabecillas", en opinión del empresario guardés, "siempre dan problemas".
Baz no se puso tras la desgracia en contacto con la familia en Indonesia porque "para lo bueno y para lo malo es la intermediaria" quien entabla las relaciones. En su caso, según informa, para contratar personal allá recurre a una mujer, María Margareta, en contacto permanente con Vigo. A sus trabajadores les paga "300 dólares al mes más tres por tonelada" capturada, aunque los mejores, sin que se especifique en la nómina, reciben gratificaciones.
Baz añade que muchas veces a los armadores les mandan "gente con papeles falsificados, y sin saber nada de barcos", pero que en general los indonesios dan menos problemas que los de otras nacionalidades. Además, tiene hombres que quieren repetir con él "porque están contentos". "Me llaman papa", cuenta. Y en su barco les da una "educación". "El patrón no les deja comer con las manos, como en su país. Les obliga a hacerlo con cuchillo y tenedor, y en la mesa". "Somos como Cáritas o la Cruz Roja", concluye, "pero además les damos trabajo y les pagamos".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de julio de 2011