En los discursos sindicales suele utilizarse ese lenguaje empalagoso de la gramática de género, inventada por una progresía poco respetuosa con el idioma. Constantemente se habla de trabajadores y trabajadoras, compañeros y compañeras, afiliados y afiliadas... Lo curioso es que al referirse a la parte empresarial solo se menciona a los empresarios, nunca a las empresarias. Como si ellas, mujeres audaces con iniciativa y capacidad para dirigir empresas -que las hay, y muchas- no existieran, y ahí se deja de utilizar ese ridículo lenguaje reiterativo. ¿Será que la demonización del empresariado pasa por citar a uno solo de los géneros?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 31 de julio de 2011