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Análisis:EL ACENTO

Formas de celebrar la fiesta

De prosperar la iniciativa adoptada por el Gobierno, los seguidores españoles de Georges Brassens tendrán más difícil expresar su condición de ovejas negras. Ya no les bastará con quedarse en la cama cuando suene la música de las celebraciones de la Fiesta Nacional; ahora, además, tendrán que resistirse a la tentación de visitar museos y monumentos sin necesidad de pagar la entrada. Y es que el Gobierno ha decidido tomarse rigurosamente en serio la ley de 1987 por la que se rige la celebración de la fiesta nacional cada 12 de octubre. El propósito asignado a esa fecha, según la norma, es conmemorar "el patrimonio histórico, cultural y social común". Hasta ahora, todo se reducía a un desfile militar. Al menos sobre el papel, porque, en la realidad, se ha ido añadiendo durante los últimos años una tradición espuria consistente en abuchear al presidente del Gobierno desde que hacía acto de presencia hasta que se retiraba una vez terminada la ceremonia.

Los portavoces del Ejecutivo aseguran que la revisión de las celebraciones de la Fiesta Nacional no tiene que ver con los abucheos al presidente. Puede que sí o puede que no. De cualquier forma, conviene no llamarse a engaño.

Los vociferantes de los últimos años preferirán seguir dando curso a su singular ardor patriótico increpando al presidente del Gobierno antes que recogiéndose en un museo para disfrutar de la pintura de Velázquez o Goya. Sobre todo este año, puesto que será el último en el que puedan hacer alarde de hasta dónde son capaces de llevar sus gestos con la excusa de dirigirlos contra un concreto dirigente político.

No se puede saber si, en lugar de quedarse en la cama al escuchar la música patriótica, Brassens hubiera visitado museos y monumentos durante la jornada de la Fiesta Nacional. Cabe suponer que no, lo mismo que no lo harán, previsiblemente, los vociferantes de los últimos años.

Esta coincidencia no puede provocar, sin embargo, ninguna confusión: ovejas negras como Brassens engrandecen un país aun riéndose de la fiesta nacional; los vociferantes, lo envilecen.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 2 de agosto de 2011